Concierto nº 14 de la temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga. Los datos aquí.
El Concierto de Mozart recibió una interpretación pulcra y limpia, pero se echó de menos un poco de vigor más en el fraseo, particularmente de los arcos. Le Sage es un pianista igualmente claro y nítido de digitación, pero tocó con un lirismo un poco distanciado.
La emoción quedó para la segunda parte, ocupada por una de las más profundas y trascendentes Sinfonías de la historia: la Séptima de Bruckner. Es siempre estimulante observar a un director cuando su labor de motivación de la orquesta tiene la intensidad que mostró Caballé, en particular en lo que se refiere a las secciones de cuerda. Los resultados fueron más que satisfactorios, sobre todo teniendo en cuenta las dificultades que tiene esta formación con el repertorio centroeuropeo del S. XIX. El acercamiento fue el lógico con los medios disponibles, con un sonido al que le faltaba densidad en la zona grave pero que por lo menos mostraba un equilibrio clásico, con un destacado tratamiento de las maderas. Existió además de claridad "vertical" la necesaria continuidad del fraseo. El límite de las virtudes "arquitectónicas" de Caballé se encontró en dos momentos clave donde faltó la sensación de tensión acumulativa: el gigantesco clímax en do mayor del Adagio y la coda conclusiva. En el primero de estos pasajes fue más clara la falta de sustentación del crescendo, quedando la explosión de metales y platillos como un añadido, no como culminación de un camino que recorre toda la orquesta. Por lo demás las exigencias de expresividad a la cuerda en el primer tiempo tuvieron éxito, el Scherzo tuvo el necesario brío, mostrando con fuerza la violenta contraposición de voces, y el comienzo del final no dio la impresión de anticlímax. A la orquesta sólo se le pueden reprochar las pifias del primer trompeta en el tercer tiempo, la falta de cuerpo de los chelos en el dramático pasaje del Allegro previo a la coda y la sensación invasiva de algunas intervenciones de las trompas. No es fácil escuchar una Séptima en condiciones dignas y con resultados capaces de emocionar, así que hay que felicitarse.
El Concierto de Mozart recibió una interpretación pulcra y limpia, pero se echó de menos un poco de vigor más en el fraseo, particularmente de los arcos. Le Sage es un pianista igualmente claro y nítido de digitación, pero tocó con un lirismo un poco distanciado.
La emoción quedó para la segunda parte, ocupada por una de las más profundas y trascendentes Sinfonías de la historia: la Séptima de Bruckner. Es siempre estimulante observar a un director cuando su labor de motivación de la orquesta tiene la intensidad que mostró Caballé, en particular en lo que se refiere a las secciones de cuerda. Los resultados fueron más que satisfactorios, sobre todo teniendo en cuenta las dificultades que tiene esta formación con el repertorio centroeuropeo del S. XIX. El acercamiento fue el lógico con los medios disponibles, con un sonido al que le faltaba densidad en la zona grave pero que por lo menos mostraba un equilibrio clásico, con un destacado tratamiento de las maderas. Existió además de claridad "vertical" la necesaria continuidad del fraseo. El límite de las virtudes "arquitectónicas" de Caballé se encontró en dos momentos clave donde faltó la sensación de tensión acumulativa: el gigantesco clímax en do mayor del Adagio y la coda conclusiva. En el primero de estos pasajes fue más clara la falta de sustentación del crescendo, quedando la explosión de metales y platillos como un añadido, no como culminación de un camino que recorre toda la orquesta. Por lo demás las exigencias de expresividad a la cuerda en el primer tiempo tuvieron éxito, el Scherzo tuvo el necesario brío, mostrando con fuerza la violenta contraposición de voces, y el comienzo del final no dio la impresión de anticlímax. A la orquesta sólo se le pueden reprochar las pifias del primer trompeta en el tercer tiempo, la falta de cuerpo de los chelos en el dramático pasaje del Allegro previo a la coda y la sensación invasiva de algunas intervenciones de las trompas. No es fácil escuchar una Séptima en condiciones dignas y con resultados capaces de emocionar, así que hay que felicitarse.