Nuevo concierto dela temporada de la O.F.M. con dos ingredientes de interés: la presentación del nuevo director titular, el venezolano Manuel Hernández Silva, y la presencia de Carlos Álvarez.
El barítono malagueño eligió los Kindertotenlieder para reaparecer en su ciudad.
Las dudas que cualquiera pudiera manifestar a priori sobre su adecuación a este repertorio, dado que se trata de un cantante que no ha frecuentado el Lied hasta la fecha, se confirmaron. Puede reconocerse que Álvarez
hizo una lectura respetable de este maravilloso ciclo y que su voz, tras un largo período de mala salud, conserva su robustez operística de antaño, sin los resabios afalsetados de tantos especialistas del ámbito germánico. El problema es que para afrontar estas canciones se precisa un canto flexible mientras que Álvarez resultó
pesante y monocorde debido a lo cavernoso de su emisión. En cuanto se eleva la tesitura tiene muchas limitaciones para jugar
con los colores y la intensidades, lo que se percibió en particular en las dos últimas canciones (las que exigen más dulzura en una zona más incómoda).
El concierto era la presentación del
nuevo director titular, como decimos, que en las páginas sinfónicas mostró mucho
entusiasmo y buen trabajo con la cuerda, pero también demasiada afinidad por el rango mezzoforte-fortissimo y un buen puñado de detalles
marciales y facilones en la Cuarta de Schumann que sólo podrían gustar a
públicos más bien inmaduros. Por supuesto los bravos fueron casi tan
atronadores como el último acorde de la obra (el que siempre tiene que sonar más
fuerte, como es sabido). Es de esperar que en el futuro se encauce mejor esta energía, como demostró en los Lieder de Mahler con un acompañamiento expresivo pero sin excesos, siempre sosteniendo al baritono. Lástima que el solista de trompa no tuviera su mejor noche.