El coleccionista de grabaciones privadas de ópera (las "piratas") tiene motivos para desesperarse con numerosos registros, casi siempre realizados en teatros norteamericanos, que incluyen un indeseado regalo sorpresa: la presencia de Mr. Louis Quilico.
Quilico ciertamente tenía voz de barítono, potente dicen las crónicas, pero basada en una emisión desaseada y grosera. Desconocedor de los mínimos rudimentos del canto a pesar de haber estudiado incluso con Stracciari, producía sonidos de los que suelen llamarse "cerrados": gruesos y estentóreos pero sin timbre verdadero, ya que estaban colocados en pleno esófago. Eran por tanto más propios de un ventrílocuo que de un cantante de ópera. El timbre era de una monotonía insufrible, perfectamente mate y áspero de arriba abajo. Hablar de algo parecido a la media voz es ciencia ficción. No se puede negar que era un instrumento extenso, pero el registro agudo era típicamente fibroso y duro, como por desgracia ha terminado aceptándose entre las voces graves. La dicción, para colmo, además de pésima tenía el inconfundible dejo gutural de los borrachos (al efecto, escúchese el recitativo "Alzati, la tuo figlio" del aria de "Un Ballo in maschera" que hay en Youtube) El intérprete, como si no hubiese pasado el tiempo, era fiel a todos los recursos veristas en boga durante los años cincuenta: sollozos, declamados, gruñidos y por supuesto el famoso birignao nasal, que como es sabido caracteriza siempre a los villanos (al igual que las miradas aviesas o las carcajadas satánicas). Nuestro hombre era en definitiva una síntesis de la peor fonación anglosajona y la escuela italiana más declinante.
Quilico pisó el MET ya siendo veterano, sólo tras la marcha de Rudolph Bing en 1972, pero se mantuvo como artista de la casa hasta 1995 alcanzando casi las trescientas actuaciones. A modo de mentís y escarnio lanzados contra todo lo que queramos reprocharle, el hecho es que conservó su vozarrón en buena forma durante más tiempo que la mayoría de cantantes que se molestaban en cantar bien. Su repertorio incluyó todos los grandes papeles de barítono italiano que en décadas anteriores habían cantado gentes como Warren o MacNeil. De esta forma desaparecía (¿para siempre?) la verdadera imagen del barítono verdiano, heredando los sucesores de Quilico (entre ellos, su propio hijo Gino) su incompetencia técnica mientras además se perdían incluso sus pocas cualidades naturales. Puede que algunos aún ni hayan notado la diferencia.
2 comentarios:
Un tordo como la copa de un pino. Infumable se mire como se mire. Digno de ver es su Rigoletto del Met, en video, junto a Pavarotti. Jorribol.
Estimado amigo:
Ante todo quiero felicitarte por tu excelente blog, pero a veces me parece que critícas a grandes artistas del pasado que en mi opinión de cantante (soy tenor) no merecen ser "los peores", por ejemplo Ramón Vinay si bien es cierto es controversial en todo el sentido de la palabra, fue un gran cantante, con una tremenda voz y técnica bastante aceptable, es más me parece que lo que hace P. Domingo hoy en día es requisito para que lo incluyas en tu lista de los peores, cantando simon boccanegra sin ser barítono auténtico, y Vinay si cantó telramund sonando autenticamente baritonal, solo que si metio las patas al intentar el gran inquisidor de Don Carlo. Espero no te molestes por mis acotaciones, pero creo que hay que ser más comedido con las opiniones.
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