Con vuestro permiso, me tomo la licencia de ofrecer la conclusión de estas notas antes de su desarrollo: para tratarse de una cantante que llegaba con aureola de super virtuosa, el concierto del día 23 de diciembre ha sido una decepción.
En primer lugar se debe hablar del programa elegido. Algo falla cuando pasan tres cuartos de hora y resulta que sólo se han escuchado quince minutos cantados. No es de recibo incluir la "Pequeña Serenata", K.525 en un concierto de voz solista, pero sobre todo no se puede hacer lo que hizo López-Cobos con esta música: limitarse a que la orquesta tocara las notas con su acostumbrada abulia y para colmo con tiempos y articulación de hace cuarenta años. De esta forma se convierte al pobre Mozart en algo decorativo, ideal como acompañamiento mientras se toma café (porque además al conjunto de cámara se le escuchaba lógicamente en sordina en un recinto como el Real). ¿No era más razonable, sensato y conveniente programar una Obertura de una ópera de Mozart? Por desgracia, la falta de coherencia se extendió igualmente a la segunda mitad del programa. Ha de reconocerse, pues, que la presentación de Diana Damrau (1971) como concertista no se daba en las condiciones más adecuadas.
Damrau tiene un instrumento de soprano ligera, no de lírico ligera como parece que últimamente se concede a modo de convalidación discográfica. En la octava superior la voz está generalmente bien colocada, y así lo corrobora la estupenda dicción en los tres idiomas escuchados. El registro central muestra irregularidades con una posición que tiende a caer notablemente, perdiendo el sonido mucha nitidez y presencia (así se comprobaba en las frases "O vos animae beatae" del "Exsultate, jubilate"). Estos problemas de impostación en el centro son mucho menos aceptables que la lógica debilidad del grave. Por encima del do5 la emisión es solvente pero no tanto como era de esperar, puesto que las notas no siempre están liberadas del todo. En mi opinión se percibía claramente que sólo una fracción del timbre sonaba con libertad y ligereza aérea, incluso con punta, mientras otra parte no llegaba a correr por la sala: parecía chocar contra un techo físico. En cuanto a la ejecución técnico vocal, hubo alguna agilidad aspirada, respiraciones muy audibles y apuradas, la cadencia del aria "Mitridate" resultó como poco fallida y algunos trinos fueron glóticos. En fin, que en el apartado de estricto virtuosismo decepcionó.
Por el contrario en las páginas de melodía tendida demostró que sabe cantar legato y con una media voz nítida, a veces muy bien emitida (por ejemplo, sostuvo apreciablemente un piano sobre "Il pianto" en "Ah, non credea" al final del programa). En el bellísimo Andante del Exsultate cantó con pulcritud y sensibilidad, aunque por momentos la orquesta la engullera (!) y los trinos al final (1) fueran casi imperceptibles (!!). En las arias de Pamina y Donna Anna (ésta ya en las propinas) fue una intérprete de categoría. En particular en "Non mi dir", puesto que las virtudes de su timbre (esta vez nítido, con metal y vibración) se apreciaron mejor que durante el resto de la noche y ni siquiera se echó de menos una voz con más cuerpo. Además de la línea pura y matizada, su interpretación tuvo distinción y reprodujo con mucho carácter las agilidades de la coda. En cambio las notas picadas del "Ach, ich fühl's" fueron más bien discretas.
Tras una primera parte dedicada íntegramente a Mozart (arias de Pamina y Aspasia y "Exsultate, jubilate") se escogió la cavatina de Rosina para comenzar la segunda. Aquí no parecieron adecuados ni los adornos (excesivos y no perfectos) ni la intención. Existen una serie de clisés que se han establecido entre las sopranos ligeras (jadeos, risillas) y tienen poco que ver con la comicidad del "Barbiere". Hacia el final del "Moderato" montó un numerito de baile que causó tanta incomodidad como a día de hoy puede provocar un intérprete "palo" en una ópera escenificada. Hay un momento y un lugar para cada cosa. En la escena de Manon la acentuación fue de nuevo un poco vulgar y el re5 (al final de "Je marche sur tous les chemins") sonó casi a chillido. Es difícil que una voz de este tipo llegue a convencer como "femme fatale" y en la Gavotte uno creía escuchar un personaje más bien infantil y petulante (aparte de que los sobreagudos no fueron precisamente bellos). En el aria de Amina ("La Sonnambula") resultó un poco ligera, pero moduló su canto dentro un rango suave y ligó con cuidado. En la cabaletta "Ah, non giunge" su intento de acentuar con entusiasmo derivó en cierto énfasis de inconfundible influencia gruberoviana. Esta imitación - ¿consciente? - de la diva de Bratislava también apareció en determinados ataques "planos" a los que luego iba dando vibrato. Damrau debería eliminar ambos detalles: primero porque la imitación nunca es recomendable; segundo porque esas acentuaciones quedan relamidas y amaneradas. En la sección central optó por interpolar un buen mib agudo y los "abbellimenti" de rigor en la repetición tuvieron interés.
En resumen: soporífera primera parte, concluida además con un "Aleluya" sin vuelo por parte de la batuta y discreta ejecución de agilidades de la solista. Siempre con las reservas apuntadas, tuvo más interés la segunda, pero el delirante programa, además de absurdo, no permitió que la intérprete tuviera continuidad. ¿Alguien puede explicar qué pintaban la Obertura de "La Scala di seta" y la Pavana de Ravel en ese contexto? López-Cobos, imagino que ya de vuelta, acompañó las arias con lentitud, casi demasiada incluso en el caso de la Flauta y produjo mucho ruido en la coda de "La Sonnambula", con los metales y percusión desaforados que ya estamos acostumbrados a padecer. En cambio mostró más atención, incluso mimo, hacia las sutiles sonoridades de esa maravilla que es la Pavane. Oír para creer, señor López-Cobos.
No parece justificada la aprobación apoteósica de la audiencia a un concierto de este nivel. Es de desear que Damrau sea consciente de lo engañoso de su trinfo anoche. Lo contrario sería preocupante, puesto que hay lagunas en su canto que debe solucionar. Reconocerlas a pesar de la adulación del público es el primer paso; no caer en el conformismo del éxito fácil, el siguiente.
(1) En realidad hay que aclarar este punto: en un principio estuve seguro que no haber escuchado esos dos trinos. Tras comprobarlo en un Youtube del concierto resulta evidente que sí los reprodujo. Lo que tengo claro es que no se percibieron desde mi butaca de Paraíso; quizá por el tono gutural y apagado que tuvieron, ¿un truco para hacerlos en pianissimo?
En primer lugar se debe hablar del programa elegido. Algo falla cuando pasan tres cuartos de hora y resulta que sólo se han escuchado quince minutos cantados. No es de recibo incluir la "Pequeña Serenata", K.525 en un concierto de voz solista, pero sobre todo no se puede hacer lo que hizo López-Cobos con esta música: limitarse a que la orquesta tocara las notas con su acostumbrada abulia y para colmo con tiempos y articulación de hace cuarenta años. De esta forma se convierte al pobre Mozart en algo decorativo, ideal como acompañamiento mientras se toma café (porque además al conjunto de cámara se le escuchaba lógicamente en sordina en un recinto como el Real). ¿No era más razonable, sensato y conveniente programar una Obertura de una ópera de Mozart? Por desgracia, la falta de coherencia se extendió igualmente a la segunda mitad del programa. Ha de reconocerse, pues, que la presentación de Diana Damrau (1971) como concertista no se daba en las condiciones más adecuadas.
Damrau tiene un instrumento de soprano ligera, no de lírico ligera como parece que últimamente se concede a modo de convalidación discográfica. En la octava superior la voz está generalmente bien colocada, y así lo corrobora la estupenda dicción en los tres idiomas escuchados. El registro central muestra irregularidades con una posición que tiende a caer notablemente, perdiendo el sonido mucha nitidez y presencia (así se comprobaba en las frases "O vos animae beatae" del "Exsultate, jubilate"). Estos problemas de impostación en el centro son mucho menos aceptables que la lógica debilidad del grave. Por encima del do5 la emisión es solvente pero no tanto como era de esperar, puesto que las notas no siempre están liberadas del todo. En mi opinión se percibía claramente que sólo una fracción del timbre sonaba con libertad y ligereza aérea, incluso con punta, mientras otra parte no llegaba a correr por la sala: parecía chocar contra un techo físico. En cuanto a la ejecución técnico vocal, hubo alguna agilidad aspirada, respiraciones muy audibles y apuradas, la cadencia del aria "Mitridate" resultó como poco fallida y algunos trinos fueron glóticos. En fin, que en el apartado de estricto virtuosismo decepcionó.
Por el contrario en las páginas de melodía tendida demostró que sabe cantar legato y con una media voz nítida, a veces muy bien emitida (por ejemplo, sostuvo apreciablemente un piano sobre "Il pianto" en "Ah, non credea" al final del programa). En el bellísimo Andante del Exsultate cantó con pulcritud y sensibilidad, aunque por momentos la orquesta la engullera (!) y los trinos al final (1) fueran casi imperceptibles (!!). En las arias de Pamina y Donna Anna (ésta ya en las propinas) fue una intérprete de categoría. En particular en "Non mi dir", puesto que las virtudes de su timbre (esta vez nítido, con metal y vibración) se apreciaron mejor que durante el resto de la noche y ni siquiera se echó de menos una voz con más cuerpo. Además de la línea pura y matizada, su interpretación tuvo distinción y reprodujo con mucho carácter las agilidades de la coda. En cambio las notas picadas del "Ach, ich fühl's" fueron más bien discretas.
Tras una primera parte dedicada íntegramente a Mozart (arias de Pamina y Aspasia y "Exsultate, jubilate") se escogió la cavatina de Rosina para comenzar la segunda. Aquí no parecieron adecuados ni los adornos (excesivos y no perfectos) ni la intención. Existen una serie de clisés que se han establecido entre las sopranos ligeras (jadeos, risillas) y tienen poco que ver con la comicidad del "Barbiere". Hacia el final del "Moderato" montó un numerito de baile que causó tanta incomodidad como a día de hoy puede provocar un intérprete "palo" en una ópera escenificada. Hay un momento y un lugar para cada cosa. En la escena de Manon la acentuación fue de nuevo un poco vulgar y el re5 (al final de "Je marche sur tous les chemins") sonó casi a chillido. Es difícil que una voz de este tipo llegue a convencer como "femme fatale" y en la Gavotte uno creía escuchar un personaje más bien infantil y petulante (aparte de que los sobreagudos no fueron precisamente bellos). En el aria de Amina ("La Sonnambula") resultó un poco ligera, pero moduló su canto dentro un rango suave y ligó con cuidado. En la cabaletta "Ah, non giunge" su intento de acentuar con entusiasmo derivó en cierto énfasis de inconfundible influencia gruberoviana. Esta imitación - ¿consciente? - de la diva de Bratislava también apareció en determinados ataques "planos" a los que luego iba dando vibrato. Damrau debería eliminar ambos detalles: primero porque la imitación nunca es recomendable; segundo porque esas acentuaciones quedan relamidas y amaneradas. En la sección central optó por interpolar un buen mib agudo y los "abbellimenti" de rigor en la repetición tuvieron interés.
En resumen: soporífera primera parte, concluida además con un "Aleluya" sin vuelo por parte de la batuta y discreta ejecución de agilidades de la solista. Siempre con las reservas apuntadas, tuvo más interés la segunda, pero el delirante programa, además de absurdo, no permitió que la intérprete tuviera continuidad. ¿Alguien puede explicar qué pintaban la Obertura de "La Scala di seta" y la Pavana de Ravel en ese contexto? López-Cobos, imagino que ya de vuelta, acompañó las arias con lentitud, casi demasiada incluso en el caso de la Flauta y produjo mucho ruido en la coda de "La Sonnambula", con los metales y percusión desaforados que ya estamos acostumbrados a padecer. En cambio mostró más atención, incluso mimo, hacia las sutiles sonoridades de esa maravilla que es la Pavane. Oír para creer, señor López-Cobos.
No parece justificada la aprobación apoteósica de la audiencia a un concierto de este nivel. Es de desear que Damrau sea consciente de lo engañoso de su trinfo anoche. Lo contrario sería preocupante, puesto que hay lagunas en su canto que debe solucionar. Reconocerlas a pesar de la adulación del público es el primer paso; no caer en el conformismo del éxito fácil, el siguiente.
(1) En realidad hay que aclarar este punto: en un principio estuve seguro que no haber escuchado esos dos trinos. Tras comprobarlo en un Youtube del concierto resulta evidente que sí los reprodujo. Lo que tengo claro es que no se percibieron desde mi butaca de Paraíso; quizá por el tono gutural y apagado que tuvieron, ¿un truco para hacerlos en pianissimo?
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