5/2/10

Carlo Maria Giulini y Johannes Brahms (II)


La Segunda comienza, por así expresarlo, con el mismo sentimiento de comunión con la Naturaleza que presidía el final de la Primera. La introducción, con sus llamadas de las trompas, establece un clima de cálido amanecer. La transición al Allegro non troppo es perfecta: el diálogo de violines y maderas se anima y la nítida figuración del bajo en 1:43 asegura la construcción del pasaje. Las ideas se suceden con una parsimonia llena de confiada vitalidad. La preparación de la recapitulación, tras un vibrante desarrollo en la cuerda, es grandiosa (7:09) con frases telúricas de los metales (8:06) que, como siempre, están integrados en la gran voz de la orquesta El retorno de la tercera idea (11:12) nos muestra como en esta ocasión la claridad de las voces y la acentuación de los ritmos, que en la Primera sugerían conflicto, aquí son un elemento de feliz coincidencia. La coda incluye una nueva aportación espléndida de las trompas.

El maravilloso comienzo del Adagio non troppo no sería lo mismo sin el expresivo pasaje de los chelos “a media voz” en 0:35. En 1:15 las voces agudas toman la conmovedora cantinela, pero sin adelantar las luminosas intervenciones que llegarán en 2:49 y 3.57, con esa inconfundible línea expresiva brahmsiana en los violines. En 4:32 una transición se resuelve de forma diáfana con el diseño del bajo tomando más presencia, de esta forma impulsando el discurso: de nuevo arquitectura y narración magistralmente aliadas. En 6:18 el sotto voce de los violines nos lleva de la mano hacia el corazón del movimiento, uno de esos susurros del alma que parecen demasiado bellos para ser explicados (6:48). Tras la catarsis de 7:44 (de una construcción admirable) sobreviene la melancolía, pues en 9:20 los timbales extienden una inquietante zona de sombra. Música de inacabables claroscuros, ambiguamente serena: Brahms en estado puro.

Las maderas canturrean el Andantino con un afortunado tempo de paseo. El episodio bailable de la cuerda es robusto pero el contraste no se acentúa demasiado. En 4:40 aparece la expresiva frase de los violines pero se mantiene la transparencia camerística.

Aunque un acercamiento exuberante al Allegro con spirito pueda tener más atractivo, uno debe admirar como Giulini es coherente con su visión de Brahms hasta sus últimas consecuencias. El director plantea este Final como un divertimento cuyas claves se reservan para uno mismo, no llegándose a expresar en voz alta hasta el final: a este respecto el sotto voce inicial es muy elocuente. Se excluyen por tanto las concesiones al gesto extrovertido y desenfrenado, sobre todo en los tutti. Hay que aclarar que no faltan energía y verdadero “spirito” en la dirección, con un vigoroso desarrollo de la cuerda en 3:54 o un fulminante ataque de la ripresa en 05:54. Además, el correspondiente pasaje reflexivo que culmina en 5:10, otras veces ignorado, aquí se expone con mimo. Como retroalimentada por el propio discurso, la recapitulación gana más y más energía (7:44 en adelante) para preparar la coda. En 8:38 un súbito accelerando del bajo impulsa la carrera final de las cuerdas, que enlazan y sostienen las festivas aportaciones de los metales.

Sólo queda desearos una feliz audición.

Sinfonían nº 2 en Re, Op. 73. (Orquesta Philharmonia de Londres)

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