Brillante concierto conmemorativo de los 25 años de la Orquesta Filarmónica de Málaga bajo la dirección de quien fue su primer director, Octav Calleya.
La primera parte tuvo un carácter marcadamente festivo, con piezas de exuberante melodismo servidas con convicción y finura, en particular la olvidada Rapsodia sinfónica, Op. 66 de Turina. La colaboración de Raluca Ouatu también sostuvo el interés del estilizado folclorismo de estas piezas.
Sin embargo lo excepcional llegó en la segunda parte, con una ejecución de la "Heroica" que se recordará muchos años. La mejoría de la orquesta se puso a prueba con uno de los grandes hitos del género, y podemos decir que la superó con nota. Además existió una guía personal y con profundo contenido filosófico. Y es que Calleya planteó una interpretación totalmente ajena a las modernas tendencias historicistas, marcada por la amplitud del fraseo y los tempi espaciosos, además de un sonido muy expresivo, en particular de la cuerda. En el primer tiempo, quizá el movimiento sinfónico de más compleja ejecución de todo el repertorio, todo transcurrió con demasiada tersura, sin que las numerosas asperezas de la música (caso del desarrollo) adquirieran su debida relevancia. Nada hacía esperar la tremenda fuerza emotiva de la Marcha fúnebre, una experiencia musical que no puede olvidarse. Belleza y expresividad, con frases cargadas de dolor y ese sentimiento de congoja universal que hace sublime a esta música. Brioso Scherzo, bien ejecutado por la trompas en el Trío. Siempre es difícil que el Finale no dé la impresión de anti clímax, pero en este caso se mantuvo el interés y Calleya consiguió que la sencilla melodía procedente de "Las criaturas de Prometeo" adquiriera un fervor digno de una gran oración fraternal. No obstante, el tutti con los metales cantando sobre la cuerda tuvo algún pasaje confuso. Igualmente, una noche muy especial.
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