Ayer día 2 de junio murió en Roma uno de los más importantes cantantes actores de la segunda mitad de S. XX. Taddei tuvo una carrera larga y prestigiosa, bien que empezara a desarrollarse con lentitud en la posguerra y un poco a la sombra de Gobbi y Bechi. Poseyó una sólida voz de barítono nobile caracterizada por un timbre pastoso, cálido y amplio en la zona central. Personalísimo y rozagante, este timbre fue una sus señas de identidad. La otra fue una inquietud - que rozó la obsesión - por la palabra cantada, es decir; por comunicarla con la máxima claridad y otorgarle la más amplia gama de inflexiones y matices que ayudaran a situarla en el contexto dramático. En este empeño Taddei siguió la tendencia de cantar con una dicción nitidísima y reforzar la sonoridad del registro central, allí donde se desarrolla el fraseo de su repertorio más afín: el verista y el del basso cantante baritonal. En sus mejores momentos T. era un cantante noble e incisivo, dominador del acento y el "recitar cantando". Se sentía cómodo tanto en lo humorístico como en lo dramático, pero sus mayores éxitos fueron personajes como Don Giovanni, el Fígaro mozartiano, Schicchi y Falstaff: habitantes de un mundo donde la seriedad convive con la ironía. Sus límites como intérprete los marcó una técnica que perdía calidad en la zona alta, siempre un poco abierta; la falta de metal y la extensión restringida fueron un obstáculo en el repertorio verdiano, como lo fue la dificultad para cantar a media voz en la zona de pasaje. Ambos defectos indicaban quizá un sustento del aire sujeto a irregularidades. Aquí hay que volver a hablar de la doble sombra de Gobbi y Bechi, en la que recayó a menudo como cantante actor. Para disimular que en esencia no era un barítono dramático a veces forzaba en el forte, cargaba las tintas a despecho del legato y en sus horas bajas introducía el truculento birignao nasal. No obstante sus horas bajas fueron pocas comparadas con las mejores. Como intérprete Taddei no conoció rival entre sus compatriotas con la excepción de Bruscantini. Inteligente, comunicativo, hábil para hacer que sus limitaciones y el declive pasaran a un segundo plano sin caer en el fraude, llenaba la escena con su sola presencia. Si se tuviera que citar un papel donde su arte diera lo mejor de sí quizá el elegido sería Falstaff, que le acompañó hasta el final de su carrera. No obstante es preferible escucharlo en la temprana grabación de la Rai, donde ya se encuentran todas las claves de su creación sin los trucos de vejez. Un verdadero capolavoro que apenas supera el logro de su Scarpia sibilino y alevoso.
Podemos hoy celebrar que Taddei, además de una carrera envidiable tuvo una vida larga y buena, no obstante terribles sucesos durante la guerra. Quienes lo conocieron en la época en la que frecuentaba el Campoamor cuentan que era un simpático bon vivant, amante de la buena mesa y la conversación.
Recordamos a Giuseppe Taddei en un registro insólitamente interiorizado de "Nemico della patria". Un vídeo muy recomendable además por la valiosa (y emocionante) información que proporciona quien lo subió a Youtube.
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