Vida y carrera:
Margaret Gard (1892-1972) nació en Nueva Gales del Sur (o en Tasmania, según otras fuentes) en una familia irlandesa. Su talento para el canto destaca pronto y sus conciudadanos le financian un viaje de estudios a Europa en 1909. En París estudia con Jean de Reszke, en Londres con una beca en el Royal College of Music y de nuevo en París con Emma Calvé. Por aquellos años (1917-1922) debuta como mezzo lírica (Charlotte, Amadis), aunque su carrera no puede describirse con exactitud puesto que solía actuar bajo seudónimos (entre ellos, Djemma Vecla, anagrama de la Calvé). Casada con el escenógrafo Giovanni Grandi, se establece en Milán a mediados de los años veinte. El cambio fundamental llega con las enseñanzas de Giannina Russ, quien la reorienta hacia la cuerda de soprano dramática. Desde su nuevo debut en 1932 ("Aida") hasta la Segunda Guerra Mundial canta con éxito en los principales escenarios de Italia (Tosca, Elena, Leonora de "Trovador", Amelia de "Ballo", Elisabetta). En 1939 protagoniza unas funciones históricas de "MacBeth" en Glyndebourne con Fritz Busch. Desgraciadamente, la guerra interrumpe su carrera: su marido la debe rescatar de un campo de concentración en Avellino y llega a colaborar con los partisanos en el Norte. Tras el conflicto canta durante unos pocos años, repitiendo éxito en Glyndebourne con su Lady. En 1951 se retira cantando Tosca en la ROH. Murió en Milán.
La voz, la cantante.
Desmond Shawe-Taylor consideraba que Grandi fue la mejor voz que escuchó en un teatro, opinión compartida por críticos de la isla como Blyth, Harewood y Rosenthal. Se trataba de un bello instrumento de soprano dramática a la antigua: amplio, potente, timbradísimo, extenso, flexible y oscuro. Técnicamente era casi irreprochable, lo que le permitió mantener sus cualidades hasta una edad madura: dicción nítida, ejemplar unión de registros, emisión mórbida y squillante. La amplitud y nobleza del legato, la coloratura di forza y la capacidad de adelgazar el sonido en toda la tesitura completan el retrato de un verdadero fenómeno vocal.
Desafortunadamente, no hay registros de Grandi anteriores a la Guerra. Además, los pocos ejemplos de estudio sólo fueron recuperados por Testament en años recientes gracias al famoso Lord Harewood. Por tanto, sigue siendo una cantante muy poco recordada.
El lógico declive (contaba entonces con cincuenta y cinco años) se percibe en estos registros en algunas libertades de aliento, cierta tensión del extremo y la ausencia de trinos ("D'amor sull'ali rosee"). El sello inglés, sin embargo, sólo editó parcialmente su actuación de 1947 en "MacBeth": últimamente ha circulado completa en internet, lo que ha permitido también apreciar la vibrante dirección de Berthold Goldschmidt y el espléndido trabajo de Italo Tajo y Francesco (Frank) Valentino. Este barítono, tanto o más desconocido que G., asombra como un MacBeth de enormes humanidad y riqueza expresiva. El registro demuestra que la australiana Gard era una cantante de temperamento tan italiano como su técnica. Desde el primer si agudo que emite en su recitativo, uno es consciente de estar ante una verdadera tigresa que lanza las palabras como puñales pero sin comprometer nunca el espléndido legato. Mención aparte merece la feroz cabaletta, con las dos vueltas, donde a despecho de la precisión consigue una creación incandescente, de entrega casi insensata. Desde el punto de vista vocal, es cierto que el registro medio está un poco mermado. El dúo con MacBeth muestra la misma facilidad para el canto tendido, sinuoso y sutilmente burlón: la dialéctica establecida con Valentino merece figurar en cualquier antología de la escuela romántica por los matices y la naturalidad del diálogo cantado. Del caudal de squillo que aún podía producir con su instrumento es testimonio el Finale I, mientras en "La luce langue" demuestra que es posible dominar la tesitura grave con belleza y aun así retratar la maldad del papel a través del acento. De solidez técnica en el canto florido es prueba el obsceno Brindis: no estarán todas las notas, pero sí su carácter. El registro de estudio, pese al apático acompañamiento de Beecham, emerge por la mayor claridad con que refleja la variedad prodigiosa de colores e intensidades que aplica Grandi a su gran escena, desde los tonos claros y quejumbrosos a los terroríficamente sombreados ("E dalla fossa, chi morì") alternando como pide Verdi frases desplegadas y a media voz. Además, la penetración sicológica del acento hace plena justicia al estado de alucinación nocturna del personaje y a su perfidia, transmitiendo igualmente un patetismo de buena ley. Según algunas versiones, el reb filado que evitó en Glyndebourne no es suyo. En resumen, testimonios históricos de una gran cantante a la que las circunstancias impidieron convertirse en la Kirsten Flagstad del canto verdiano.
1 comentario:
Muchísimas gracias, Gino, por enseñarme a esta cantante maravillosa, realmente la he disfrutado. Tus notas, como siempre, aportan ese "observen ésto", plus tan interesante como necesario. Excelente entrada, como todas.
Publicar un comentario