27/1/08

Tristán und Isolde en el Real: Y Marke abrió la boca

Producción del Teatro San Carlo de Nápoles.

Breves notas sobre la función del día 25 de enero (Turno G) La primera vez que veía "Tristán e Isolda" en un teatro.

Jeanne-Michèle Charbonnet (Isolde) fue una protagonista insuficiente. La voz es voluminosa y el color es agradable, pero es fibrosa y dura en el agudo, gutural al apianar, se limitó a pintar un personaje agresivo, vagamente sensual. Forzada en la maldición, fue a peor como es natural con una forma de cantar que parece muy apoyada en las cuerdas vocales. El comienzo del dúo fue más que desafortunado, lleno de sonidos forzadísimos. En su muerte hubo poco de éxtasis y casi debió de agradecer (el público también) que quedara disimulada en la marea de la orquesta. Yo diría que no puede tener un recorrido largo si sigue cantando así.

Jon Frederic West (Tristan) tiene una voz enorme y gruesa que llega con potencia hasta la sexta planta. El timbre es mate y tosco, más bien leñoso en el agudo (que sigue siendo muy voluminoso) Tuvo momentos donde buscó algo más que impactar, particularmente en "O König! Das kann ich dir nicht sagen!" (quizá siguiendo el ejemplo de Pape) pero su sonido no es muy expresivo (ni mucho menos bello) al reducir el volumen. Desde luego no se guarda nada, impresionó en muchos momentos y al maldecir el filtro traspasó una orquesta que tocaba bastante fuerte (más que en el resto de la noche) Lo malo es que cae en un naturalismo algo ramplón demasiado a menudo. Veremos lo que aguanta con estos modos.

Elena Zhidkova (Brangäne) tiene una bonita voz de mezzo aguda y canta con dulzura, pero ante esta ópera resultó algo falta de metal y volumen. Sonó muy lejana en la sublime intervención de Brangania advirtiendo a los amantes (¿quizá la cumbre de la ópera?)

Nada más abrir la boca René Pape (Marke), uno tuvo que decir: "Esto es cantar y esto es hacer música". Voz amplia, bien emitida y dotada de timbre noble y mórbido, homogéneo de arriba abajo (incluso en los graves del último acto) Su monólogo, momento que puede hacerse árido por su carácter de sermón retrospectivo, fue espléndido y consiguió lo imposible : hacer callar las toses del Paraíso. Atacó la bellísima frase "die so herrlich /hold erhaben/ mir die Seele/ musste laben, trotz Feind und Gefahr" a media voz y consiguió el gran momento de la noche. Lo único que podría discutirse de su actuación es que por presencia escénica y apostura vocal casi parecía un enamorado de mediana edad - más que un Rey anciano. Un cantante que te compensa los desplazamientos. Por lo visto va a debutar Wotan con Barenboim, así que estaré atento.

Alejandro Marco-Burhmester (Kurwenal) no tiene una voz simpática pero sí sólida y resonante. Cantó con arrojo el último acto.

Jesús López-Cobos arrancó con un Preludio contemplativo y sinfónico que hacía temer lo peor y me estremeció pensando en el tedio del pasado "Boris Godunov". Aunque aquí y allá retornaba a su alejamiento dramático habitual, decididamente fue a más, muy afortunado al acompañar con riqueza e intención el gran dúo y los remansos líricos. El problema ya se manifestó en el Preludio y es que la cuerda de esta orquesta no tiene relieve, parece velada, falta de brillo y terciopelo. Y eso en una partitura así es un serio hándicap. Quedó más en evidencia en algunos momentos donde metales y percusión sonaron con demasiada fuerza.

Puesta en escena muy bella del Acto I, además bien resuelta en un espacio limitadísimo; la proa del barco donde Isolde parece aislada y prisionera. Los efectos de luz (ya se sabe la significación de noche y día en Tristán) y del barco partiéndose en dos al beber el filtro fueron afortunados.

Si el Acto I estaba ambientado en una indeterminada antigüedad, el Acto II nos traía a los jardines románticos del S. XIX, con sus amoríos secretos. No parece que el propio Wagner hubiera aprobado este cambio. Resultó superficial, más propio de un folletín. Además los movimientos del decorado (¿aportaban algo?) produjeron molestos chirridos en plena acción. Por otro lado, no se comprende la segunda delación de los amantes por parte de Melot.

Irrelevante la puesta del tercero, en un hospital de campaña del S. XX. Aquí con un movimiento de actores (nunca muy interesante) demasiado realista (o es que West es muy torpe) Creo que el contraste entre un héroe semipostrado y su agitadísima música sería mucho más eficaz.

Según me comentan, desde los pisos superiores se pierden muchos detalles del decorado como las luces cambiantes del cielo.

Al final, con todos los defectos de la función, a uno lo arrastra esta música.