21/2/09

Soledades



En 1892 Johannes Brahms compone sus últimas obras para piano solo, las series Opp. 116 a 119. Pertenecen por tanto al grupo de obras de vejez; música de cada vez mayor introspección en la que Brahms parece volcar la amargura de sus últimos días, hasta culminar en la desolación de los "Cuatro cantos serios".

No abundan las grabaciones integrales de las cuatro colecciones y entre ellas destaca la del esquivo Dmitri Alexeev. Con su sonido poderoso (no podía ser menos en un alumno de Richter) bajo pleno control, el pianista ruso muestra una austeridad expresiva que no deriva en la aridez, sino en una conmovedora afinidad con una música recogida en sí misma, que apenas deja entrever en instantes fugaces, pero tremendamente lúcidos, el fondo de la intimidad brahmsiana.

"Fantasías", Op. 116

1 Capriccio. Presto energico en re menor
2 Intermezzo. Andante en la menor
3 Capriccio. Allegro passionato en sol menor
4 Intermezzo. Adagio en mi menor
5 Intermezzo. Andante con grazia ed intimisso sentimento en mi menor
6 Intermezzo. Andantino teneramente en mi mayor
7 Capriccio. Allegro agitato en re menor

Las "Fantasías" son el ciclo de piezas con mayor ambición estructural, ya que se ha querido ver en ella una ampliación de la Sonata clásica, con los tres intermezzi actuando como movimiento lento tripartito. El Capriccio inicial, quizá atacado con demasiado ímpetu por Alexeev, se basa en un tema de grandes acordes, con una sección central de escalas ascendentes. El meditativo Andante en la menor emplea una melodía sencilla, que va despojándose de acompañamiento hasta que surge una segunda idea: ecos de una cantinela nostálgica que se rememoran casi inconscientemente. La tercera pieza es un inquieto Capriccio en cadenas de acordes que enmarcan un pasaje de carácter inusualmente grandioso. El Adagio es una serena ensoñación que hacia 3:29 se hace delicadísima como el cristal. El Intermezzo en mi menor soliloquia recordando vagamente a "El pájaro poeta" de Schumann con sus susurros y canturreos. La sexta Fantasía se abre como uno de los paseos schubertianos a través de distintos claroscuros hasta la radiante coda. Un nuevo Capriccio recupera la escritura virtuosa.

Intermezzi, Op. 117

1 Andante moderato en mib mayor.
2 Andante non troppo e con molta espressione en sib menor.
3 Andante con moto en do # menor.

El Op. 117 es el ciclo más lírico de los cuatro, como se deduce de que las tres piezas lleven el título "intermezzo". La cantinela del primero, de notable sencillez, deja paso a mayor introversión en la segunda parte. Alexeev sobresale por la delicadeza de su toque desde 4:28. La pieza en sib menor se balancea con dulzura alternándose con una frase ascendente que en la conclusión se hace interrogativa. Este carácter se mantiene en el tercer Andante, inconfundiblemente brahmsiano en su tránsito entre lo contemplativo y la inquietud.

Klavierstücke, Op. 118

1 Intermezzo. Allegro non assai, ma molto appassionato en la menor.
2 Intermezzo. Andante teneramente en la mayor.
3 Ballade. Allegro energico en sol menor.
4 Intermezzo. Allegretto un poco agitato en fa menor.
5 Romance . Andante en fa mayor.
6 Intermezzo. Andante, largo e mesto en mib menor.

El ciclo, llamado simplemente "Piezas para piano", se abre con gesto extrovertido con un motivo ascendente. El Intermezzo en la mayor es posiblemente la pieza más profundamente tierna y emotiva de toda la colección. Una melodía en la que late un recuerdo amado - y perdido - contrasta con los tonos amargos de la sección central. Memorias que se desvanecen definivamente desde 5:49, pasaje ofrecido con insólitas sfumature por Alexeev. La "Balada" es enérgica en las partes extremas, que enmarcan una nueva canción de apacible belleza. El Intermezzo en fa menor recuerda la indicación agitato con los acordes centrales. La quinta pieza es un Lied ternario, cálido y sencillo, pero la sección intermedia se caracteriza por su elaboradísima cantilena, de raro sabor mediterráneo. Se concluye el ciclo con un Andante de carácter misterioso, donde de nuevo se recuerda a Schubert por la variedad de luces bajo las cuales se expone la idea principal. Hacia 2:47 aparece un motivo robusto en grandes acordes, pero es el tema generador quien cierra el Intermezzo, como un último pensamiento tras el cual queda sólo silencio.

Klavierstücke, Op. 119

1 Intermezzo. Adagio en si menor.
2 Intermezzo. Andantino un poco agitato en mi menor.
3 Intermezzo. Grazioso e giocoso en do mayor.
4 Rhapsodie. Allegro risoluto en mib mayor.

La primera pieza es fiel al carácter lírico de los intermezzi. El Andantino en mi menor contrasta un tema de movimiento inquieto con una nostálgica sección cantable, que se rememora en la coda tras unos serenos acordes ascendentes. El intermezzo en do mayor es un scherzo chispeante. La Rapsodia permite a Alexeev lucir su musculoso virtuosismo en la fantasiosa y extrovertida despedida de Brahms al género.

http://rapidshare.com/files/196302210/Brahms_Opp-116-119_-_Alexeev.rar

La grabación, hoy difícil de localizar, la comparte con todos Lord Illingworth. Disfrutadla.

7/2/09

Los peores (IV): Luis Alva

Alva: Ay, ay, ay.

El tenor lírico di grazia se caracterizaba por una voz flexible, capaz de realizar los matices dinámicos más dulces y las vocalizaciones de mayor dificultad, pero manteniendo siempre un timbre colorido y brillante. Con la temprana retirada de Cesare Valletti, desapareció la referencia de esta voz y su repertorio tuvo la desgracia de ser asignado a tenores como Monti, Benelli y, primus inter pares, Luis (o Luigi) Alva.

Durante más de dos décadas, Alva se dedicó a distorsionar la imagen del contraltino rossiniano hasta convertirla en un tenorino de voz blanda y anémica, acentuación amanerada y mediocre virtuosismo. La emisión se caracterizaba por su escasa firmeza, lo que redundaba en un timbre pálido, exiguo, inconsistente, siempre más abierto y chillón según ascendía la tesitura, pues la extensión a duras penas llegaba a un do4 que no podía ni considerarse musical. Por si fuera poca esta limitación para dedicarse a papeles como Almaviva, Ramiro o Lindoro, era incapaz de reproducir las agilidades di forza más que en un descolorido falsete: de esta forma lo que deberían ser notas plenas, timbradas, llenas de energía y vibración, sonaban débiles, planas y blandengues. Este inexpresivo falsettino aparecía también para sustituir la genuina mezzavoce, haciendo estragos en las páginas de melodía silábica. Su otra "especialidad", las óperas de Mozart, no ponían tan en evidencia sus carencias técnicas, pero la falta de carácter de su canto recreaba héroes en miniatura: de nuevo la infidelidad estilística y vocal era palmaria, pues Mozart no compuso para voces febles de tenor ligero.

La eclosión de la "Rossini Renaissance", con tenores (Merritt, Blake) capaces de cantar los sobreagudos y coloraturas en voz plena y timbrada, hasta llegar a nuestros días con Flórez, ha convertido la discografía de Luigi Alva en una especie de residuo inaceptable. La vieja disculpa del "estilo de aquellos años" para lo que es simplemente mal canto resulta ya increíble en su caso. Tanto como en el de Corena, con quien por cierto se repartió el destrozo de varias ediciones discográficas.