10/6/13

La cumbre del canto wagneriano


Para celebrar el Bicentenario del nacimiento de Richard Wagner vamos a dedicar algunas entradas a esa especie de cuadratura del círculo que aparentemente es el canto wagneriano. Sólo aparentemente, porque a través de su mejores exponente se intentará mostrar que las claves de su especial síntesis entre canto, declamación y orquesta no son incompatibles con las reglas del belcanto. Para ello acudimos en primer lugar al más famoso registro de la bien llamada "Golden Age", la celebérrima grabación de 1935 del Acto I de "Die Walküre" bajo dirección de Bruno Walter. La intención de esta entrada es encontrar las razones objetivas por las que se trata, sin que la afirmación sea exagerada, del disco más justamente mítico de la historia de la fonografía. Para ello realizamos un análisis "acompasado" a la escucha empleando la reedición de Emi en la serie "Great Recordings of the Century". Hacemos hincapié en la necesidad de emplear unos buenos cascos para la mejor audición.

Preludio

Debe hacerse una primera valoración sobre la calidad del registro; óptimo para las voces, que se reproducen con sobresalientes amplitud y colorido. Muy atrás quedan los tiempos de los timbres comprimidos y despojados de armónicos hasta quedar en pálidos reflejos de los originales. En cuanto a la orquesta, si bien no permite captar su rango dinámico de forma completa, ni mucho menos oculta todas las virtudes de a dirección de Bruno Walter. En plena madurez entonces, según Richard Osborne "era considerado el mejor director wagneriano de la época", pese a las acusaciones de falta de autenticidad por parte de la crítica antisemita. Tiene interés atender a las dramáticas gradaciones de la cuerda en el Preludio, en particular en los sucesivos crescendi y accelerandi (00:15, 00:38 y 1:10) que anteceden la entrada de las maderas. Lo que se pinta aquí no es quizá el temible mundo granítico que conjuraba Hans Knappertsbusch, pero tampoco una simple tormenta; es la conmoción que los elementos y la huida producen en el interior de Siegmund. Ciertamente en el clímax lamentamos el sonido un tanto chillón de los violines, pero ello no impide apreciar la precisión y fuerza de su desarrollo.

Escena 1ª

Entra Lauritz Melchior y en una sola frase, Wes Herd dies auch sei, tremendamente teatral pero justa de acentos, transmite todo el agotamiento del forajido. Por su parte, Lotte Lehmann se expresa de una forma que se gana el afecto del oyente de inmediato, en parte también por las cualidades de su voz. Un timbre intenso, lírico pero firme, ideal para el personaje. También Walter y su orquesta cautivan en esta escena, pues durante la primera efusión lírica de la partitura, un verdadero flechazo entre ambos personajes,el chelo, como un sublime actor trágico, monologa llegando más allá de donde palabra alguna habría alcanzado. Esto es algo que, más allá de lo teorizado, sabía muy bien Wagner. En ese mismo estado de arrobamiento exclama Siegmund:"(...) das Aug' erfreut des Sehens selige Lust. Wer ist's, der so mir es labt?", y sabemos que estamos ante un poeta y no un simple bárbaro. Como veremos, el contraste entre su voz plena, vibrante y broncínea, será una constante en su interpretación. Más adelante, tras el primer pasaje belicoso al narrar su huida del enemigo, su emision radiante sugiere perfectamente la imagen del Sol, recogiendo a continuación el sonido con un magistral efecto de claroscuro ("sank auf die Lider mir Nacht; die Sonne lacht mir nun neu.")

Merece la pena destacar el número siguiente. Mit freundlicher Bewegtheit indica Wagner cuando Sieglinde ofrece el cuerno de hidromiel ("Des seimigen Metes") y esta indicación expresiva no podría servirse mejor que en la voz amistosa y "sonriente" de Lehmann, por usar una expresión del gusto de la crítica inglesa. Sólo con esta frase, sugestiva y sensual, justificaría que Siegmund la arrancara del lecho conyugal para yacer con ella en el bosque. Tanto la suavidad de la respuesta del tenor (en piano, de acuerdo con la partitura) como el maravilloso tapiz que crea Walter (clarinetes, chelos) son un ejemplo supremo de lo bello que puede llegar a ser lo conversacional en Wagner.

Roto el encantamiento, los chelos lamentan con Siegmund la desgracia que acompaña al personaje en un pasaje cuya angustia anticipa a Tristán. Comprobamos de nuevo el intenso trabajo que debió de realizarse compás a compás, pues aun dentro de la severidad expresiva Melchior introduce un matiz de ternura (Dir, Frau, doch bleibe sie fern!).