29/8/10

Tesoros en Spotify: Alice Ader toca Franck

Spotify nos proporciona una nueva audición infrecuente pero muy satisfactoria. Alice Ader es una pianista apenas conocida fuera de Francia, donde sí es una artista consagrada. Destaca por la mesura de su toque y la nitidez de su digitación, rasgos clásicos ambos de la escuela francesa. Intérprete sobria pero no adusta ni mecánica, como parece ser la norma en sus compatriotas en años recientes, en ella el equilibrio y el rigor en la elección de tempi no redundan en linealidad del fraseo. Sutil y exquisita son los adjetivos que se vienen a la cabeza escuchando este maravilloso disco dedicado a obras de César Franck. Las piezas para piano solo elegidas permiten admirar su luminosa distinción de las distintas voces mediante las intensidades y los colores de su paleta sonora (Variación del Op. 18, que es en realidad una transcripción del propio autor de una pieza para órgano). El drama subyace en el recitado del Preludio de la segunda partitura y el famoso Coral surge entre misteriosos acordes. Música de susurros nocturnos, mística y sensual, grandiosa e íntima alternativamente sin perder su profunda coherencia. En ella, además de las virtudes apuntadas, se siente la tentación de usar el adjetivo idiomático para alabar el trabajo de Auder. Junto a estas revisiones del Preludio bachiano desde la óptica del romanticismo tardío, una obra capital del género de cámara para piano y cuerdas. El magistral Quinteto, excepcionalmente tormentoso para su autor, reúne a la pianista con el Ensemble Auder. Nuevamente, equilibrio entre voces (algo que no puede darse por supuesto en este tipo de partituras) e intensidad siempre controlada.

Para rematar, estupendo sonido. Es un disco del Sello Fuga Libera.


De la restante discografía de Auder en Spotify me recomiendan las piezas de Brahms, mientras los discos de Bach y Mussorgski adolecen de lamentables tomas de sonido. 

11/8/10

Formas de despedirse: Mahler de acero


Reciente la conmemoración del primer centenario de la muerte de Mahler, quizá sea buena ocasión de dedicarle un tiempo a una de las obras que más han hecho por su afirmación como el músico más (?) interpretado de las últimas décadas: la Novena Sinfonía. A la hora de enfrentarse a la Novena aficionados y directores siempre parecen haber sentido la necesidad de establecer como punto de partida si esta música es una confesión de la actitud del autor ante la muerte: una verdadera despedida, amarga y desesperada, o una resignada aceptación. Incluso existe la opinión de que muy al contrario, en sus páginas finales se concreta una "realización suprema" (La Grange) y una catarsis a través del amor a la vida. Hasta tal punto es ambiguo e inagotable el sentido de esta música. Estas alternativas parecen no haber contado para otra serie de intérpretes que se han inclinado por una arriesgada línea "objetiva", entre ellos, Georg Solti y su registro con la London Symphony Orchestra. Opción arriesgada debido a que la objetividad no parece ser algo que pida el especial mundo expresivo mahleriano, en el que una cierta dosis de subjetivismo irracional parece incluso necesaria.

En cierta forma, por tanto, Solti no satisfará como intérprete capaz de comunicar la sensación de angustia y tortura existencial, puesto que su lectura no pretende transmitir ni ése ni mensaje alguno. Su fuerza se basa en una ejecución portentosa en la que se puede escuchar hasta el detalle más oculto tras las descomunales oleadas de sonido. Más allá del virtuosismo y la soberbia construcción, la claridad absoluta y la precisión no son un valor en sí mismas, sino instrumentos que resaltan los conflictos: los clímax son demoledores; las transiciones ácidas; no importa lo potente de algunos pasajes, siempre se escucha algo nuevo e inquietante; los pasajes líricos, antes que ofrecer el contraste de una voz cálida individual habitan en esa "spiritual coolness" de la que hablaba Schönberg.

9/8/10

Nota a la serie "Los peores"

En vista de los comentarios que han llegado (tanto en el propio blog como por otras vías) a raíz de la reciente entrada sobre Bonisolli, pretendo recordar o aclarar el sentido de esta serie. La primera nota sobre Corena (noviembre de 2008) iba precedida por esta explicación:

Vamos a realizar un lúdico repaso a través de un grupo de cantantes que, habiendo disfrutado de prestigio durante su carrera o incluso manteniéndolo actualmente, sólo pueden desmoronarse cuando se los somete a una revisión seria.

Al margen de las cualidades que se han discutido, se trata siempre de cantantes que han desarrollado carreras de primera línea. Quedan excluidos, por tanto, los decidamente malos, por decirlo de alguna manera. En el caso de Bonisolli está claro que aunque fuera sólo por sus excesos no era un cantante del montón. Sin embargo no hay como escucharlo actuar junto a grandes artistas para darse cuenta de que era un intruso entre ellos. Basta tomar su registro de "La Traviata" bajo dirección de Gardelli: la audición de Bruscantini cantando "Di Provenza" o de la Freni en "Addio del passato" convierte a Bonisolli en poco más que un amateur con talento que podría quizá haber cantado como ellos, pero que en realidad se quedó a mucha, mucha distancia de conseguirlo - más de la que permitiría tomarlo en serio. Como los otros convocados, su nombre aparece en la reducida lista de quienes han hecho la ópera del S. XX - en muchos casos con gran mérito en ello de las discográficas - pero no debe omitirse la nota al pie recordando que nunca estuvieron a la altura ni de su prestigio ni de los estándares correspondientes. "Los peores" analiza con humor y mal humor a esa saga de intrusos que cantó junto a las élites y que hoy nos parecen cuerpos extraños en ese contexto.

Un saludo a todos los lectores.

5/8/10

Tesoros en Spotify

En esta sección iremos anunciando audiciones de interés disponibles en ese medio de momento inagotable - a ver cuánto tardan en estropiciarlo - que es Spotify.

Comenzamos con un Bruckner digno de todo entusiasmo que me acaban de soplar: el que está grabando el joven director alemán Marcus Bosch con la Orquesta Sinfónica de Aquisgrán (de momento, 3ª, 4ª, 5ª, 7ª, 8º y 9ª). Recordemos que la formación germana fue dirigida en tiempos por Herbert von Karajan. En estos registros, óptimamente captados, muestra un sonido empastado, de un tono sombrío en conjunto (los timbres graves son sólidos y amplios, como corresponde a Bruckner) pero metales de brillo singular, magníficos. Sólo se puede lamentar cierta falta de presencia de los violines en los tutti. La mayor sorpresa, sin embargo, llega con Bosch, quien muestra una afinidad nata por estas Sinfonías. Me comentan que la Octava es superlativa: quien suscribe ha escuchado la Séptima y sólo caben alabanzas. Ante todo, resaltar la ejecución por parte de los metales: una sección majestuosa pero que siempre canta, lo cual es el mejor de los elogios, puesto que supone que existe continuidad y fluidez en el discurso, la línea de canto crece y decrece con sentido narrativo y dramático y se acentúan las frases significativas. El inicio de la coda del primer tiempo es de no creer y el fundamental clímax del Adagio muestra una afinada capacidad para superponer las voces acumulando tensión hasta el punto exacto en que se desencadenan. De nuevo se hace hincapié en que habría sido deseable unos violines con más mordiente durante los tutti: escúchese desde el minuto 15:00 en adelante del Allegro moderato o los contrapuntos de los grandes pasajes de Scherzo o Adagio. En general, sin embargo, todas las secciones de cuerda frasean con lirismo encendido (comienzo del primer movimiento). Bosch no es director analítico según el nuevo uso posmoderno: no está interesado en diseccionar los planos sonoros (por ejemplo, los pasajes con más conflicto polifónico del Scherzo no son nitidísimos) y sí, y mucho, en ofrecer lo importante con la máxima fuerza dramática. Sus tiempos, en esto sí es un bruckneriano "moderno", son relativamente vivos, lo que favorece la respiración del canto.

Se trata de grabaciones del sello Coviello (disponibles en iTunes, pero que se sepa no distribuidas en España)

La mejor manera de comprobarlo es escuchando: Orquesta de Aquisgrán