11/10/10

Ha muerto Joan Sutherland

Vida y carrera:

Nacida en Sydney en 1926, sus primeras lecciones de canto las recibió de su madre Muriel Ashton, una mezzosoprano que no llegó a cantar profesionalmente. En 1950 gana la competición "The Sun aria", lo que le permite trasladarse a Londres, donde estudiará en la Opera School del Royal College of Music (con Clive Carey, un alumno de Jean de Reszke). Anteriormente, en 1947, había debutado en Australia en "Dido y Aeneas". Aparece por primera vez en la Royal Opera House como Primera Dama de Die Zauberflöte. Durante estos primeros años su objetivo es llegar a ser una soprano dramática, en particular del repertorio alemán: su ídolo es Kirsten Flagstad. En 1954 se casa con Richard Bonynge, quien la orientará hacia la vocalità y el repertorio que la terminarían conviertiendo en mito. Hasta entonces había frecuentado papeles comprimarios como Clotilde (junto a Callas) y la Sacerdotisa de Aida, siendo su primer personaje protagonista Amelia de "Un Ballo in maschera". Luego vendrían Aida, Woglinde, el Pájaro del bosque, Antonia y Olympia ("Los Cuentos de Hoffmann"), Agathe, Pamina o la Condesa de las Bodas. Tras un breve retiro para tener un hijo, retoma su carrera ya con rumbo definitivo: Alcina de Händel en Londres para la Händel Society (1957) y Gilda en el Covent Garden. En el teatro londinense llega su consagración como estrella protagonizando Lucia di Lammermoor (1959) con dirección musical de Serafin y escénica de Zeffirelli. Con este papel asume su condición de continuadora de Maria Callas en la recuperación del belcanto romántico, y con él debuta en el MET y La Scala (1961). Profundiza en este repertorio con Amina, Beatrice di Tenda, Elvira y Marie, pero no olvida el barroco: Samson, Rodelinda, Giulio Cesare y de nuevo Alcina en La Fenice, donde se la bautizó como La Stupenda en su debut italiano. Fueron los primeros años 60 los de sus mayores éxitos en la Península - Génova, Palermo, Venecia - culminando con Gli Ugonotti de Meyerbeer y Semiramide en La Scala (1962). En palabras del prestigioso cronista Massimo Mila: “Sutherland entonó su bella aria Lieto suol della Turenna (…) e inmediatamente se tuvo la sensación de que algo muy grande sucedía. Era el belcanto del Ochocientos que resurgía milagrosamente (…)” En América frecuentó Chicago, San Francisco, Buenos Aires (con menos fortuna) y sobre todo el MET (más de 220 apariciones). Convertida en uno de los baluartes en el renacimiento del virtuosismo vocal, a mediados de los 60 encuentra una pareja artística a su altura en Luciano Pavarotti, cuya carrera impulsa y orienta. En los 70 asume nuevos retos como Norma, Le Roi de Lahore, Lucrezia Borgia, Maria Stuarda y, como símbolo de su cenit artístico y vocal, los cuatro personajes femeninos de Les Contes d’Hoffmann. Los primeros signos de declive aparecen a finales de esta década. Durante los 80 se refugia en la Ópera de Sydney con funciones diseñadas a medida junto a repartos mediocres, incorporando algunos papeles ajenos a sus cualidades (Adriana Lecouvreur, Suor Angelica). La retirada llega en 1990 con una representación de gala de Die Fledermaus en el Covent Garden. Desde entonces, colmada de honores ya durante su carrera, se dedica al patronazgo de los concursos líricos (como la "BBC Cardiff Singer of the World competition") y vive con serenidad en Suiza. Entra en las regiones divinas a las que siempre perteneció su voz el 11 de octubre de 2010.

Su voz y su arte:

La voz de Joan Sutherland ha sido uno de los instrumentos más excepcionales del S. XX. El timbre poseía un fuste sorprendente dada la extensión privilegiada, con un color purísimo y un esmalte argentino y acariciador. La emisión alcanzaba una perfección inatacable por encima del paso superior, con un mi bemol 5 fulgurante, de espectacular brillantez, manteniendo una respetable seguridad aun hasta el fa sobreagudo. El grave, en cambio, era lógicamente débil mientras la zona central estuvo sujeta a variaciones en su plenitud y nitidez. Según todos los testimonios el volumen era considerable, lo cual unido a la personalidad del timbre y la justa proyección la separaba de las sopranos ligeras al uso durante décadas. Naturalmente la verdadera Sutherland apareció con las orientaciones de Bonynge, recuperando un virtuosismo que evocaba la vocalità de la voz-instrumento barroca. Los perfectos trinos, aun en zonas agudas, las notas picadas ejecutadas a velocidades vertiginosas y con una afinación infalible, pero también el legato pulidísimo y el juego de intensidades, todo ello conformó uno de los pocos verdaderos fenómenos vocales del S. XX (según palabras de Marilyn Horne). La australiana fue una de las primeras en tomar el testigo de Callas en la rehabilitación de belcanto, llevando aun más lejos no sólo el virtuosismo, sino las cualidades tímbricas (dulzura, homogeneidad) que fueron características tan importantes o más que aquél. Sin embargo, más debido a su personalidad que por una decisión consciente, Sutherland no heredó la preocupación de la Divina por el retrato dramático y sicológico de los personajes. Tampoco se caracterizó por dotar a la parola de verdadera relevancia debido a una pronunciación italiana muy irregular y a sus problemas de dicción. Sobre este tema se ha incidido repetidamente y ni siquiera hay acuerdo en señalar si una operación sobre el seno carotídeo - practicada en 1959 y nunca explicada completamente - redundó negativamente sobre la capacidad para que las consonantes no interfirieran con el sonido vocálico . Carente hasta cierto punto también de sentido teatral, Sutherland permanece al margen de la fusión entre el canto clásico y la moderna voluntad de verosimilitud: en ella todo era, por así decirlo, alegoría. Restan, junto a las cualidades vocales apuntadas, la firme musicalidad, el buen gusto y una especial sensibilidad para la expresión angelical de las heroínas románticas y la extraordinaria estilización del barroco.

Con los años Sutherland supo acompañar sus fortalezas de una mayor implicación emocional y en los 70 su voz ensanchó sin perder brillantez en el agudo. Se acentuó, sin embargo, la veladura del registro medio. A finales de esa década se percibía el inicio del ocaso en los ataques aspirados y la dicción ininteligible, si bien mantuvo hasta el final el control del vibrato y la afinación.

Repertorio y discografía:

Todo lo referido se refleja en los papeles con los que obtuvo sus mayores triunfos. Por encima de todos ellos en importancia está su Lucia, ensoñadora, etérea, deslumbrante. En la famosa escena de la locura la perfección del canto, lejos del patetismo de Callas, sugería la evasión, la huida de una realidad hostil hacia un mundo fantasmagórico. Estas cualidades adornaron también su Amina y su Elvira, pero la espectacularidad del canto hacía en ocasiones pasar a un segundo plano los valores emotivos de estos personajes románticos, lo cual aquejaba también a su Gilda y sobre todo Violetta, pero no a sus interpretaciones del melodrama más temprano. En personajes como Maria Estuardo y Norma - sin ser ésta una creación completa - sólo vienen a la mente un par de rivales, mientras su Beatrice de Tenda no los tuvo en absoluto. En Semiramide o las óperas de Händel dejó ejemplos imperecederos del virtuosismo vocal como medio de asombro y maravilla, lo que fue la esencia del belcanto puro. Marie (La Fille du régiment) y las cuatro mujeres cortejadas por Hoffman le dieron oportunidad de completar algunas de sus mejores actuaciones sobre las tablas.

Decca registró la voz de Sutherland desde sus inicios. Las grabaciones de los 60 la muestran con pureza cristalina, pero los repartos no siempre estuvieron a la altura. Por desgracia se podían contar con los dedos de una mano a los cantantes masculinos que entonces podían cantar a su lado sin desmerecer. Merece la pena destacar la pareja formada con Cornell MacNeil en Rigoletto, alcanzando ambos cotas de belleza inauditas antes y después. Por fortuna se conservan registros en vivo de I Puritani y Sonnambula junto a Kraus o Gedda; en vivo La Stupenda parecía implicarse más y se percibe con mayor fuerza la sensación de asombro, de incredulidad, que causaba su voz en el espectador. Todo empezó a cambiar con "Beatrice di Tenda", junto al aún inmaduro Pavarotti. Sus segundas grabaciones de I Puritani, Lucia di Lammermoor y Rigoletto con su nueva pareja gozan de estatus clásico; su Turandot es discutible pero aceptando las ventajas del medio muy hermosa y sobre todo diferente; Esclarmonde ha resultado uno de sus grandes éxitos discográficos. Situados al margen respectivamente de la Rossini renaissance y el movimiento barroco, sus grabaciones de la Semiramide y Händel mantienen su valor estrictamente musical y estético.

Para los aficionados que amamos la voz humana como la manifestación suprema de la Belleza, hoy es un día muy triste.

Se recomienda la escucha de algunos de los grandes testimonios de su arte, además significativos por marcar su debut discográfico y la reanudación de su carrera tras la operación, respectivamente.

Operatic Arias
The Art of the Prima Donna

1 comentario:

Despinetta. dijo...

Precioso. Gracias, Gino.