27/8/08

La música del interior


Recientemente nuestro amigo el forero Lord Illingworth, alias Poindexter, antes CELLETTI, ha demostrado que la teoría evolutiva es válida, pues tras mucho años ha sido capaz de aprender a subir música a internet superando así su estado de simio informático.

La primera propuesta que hago en esta casa con sus obsequios es una vieja grabación de una de las músicas más singulares, profundas y emocionantes de la historia. Perteneciente al último periodo creativo de Ludwig van Beethoven, el Cuarteto de cuerda nº 14 en do sostenido menor, Op. 131 es considerado por muchos como la cumbre del ciclo de cuartetos - una de las de toda la música occidental. Tales son la libertad, la complejidad, la novedad de su rango expresivo que fue mposible de comprender en su época (excepto por unos pocos privilegiados de talento similar al del propio Beethoven: caso de Franz Schubert, que se sintió conmocionado al escucharlo) Aún hoy el Op. 131 representa la gran barrera que el oyente ha de superar para sumergirse en una música, la de las últimas Sonatas y Cuartetos de Beethoven, que apenas parece haber sido hecha para sonar en otro sitio que no fuera el interior de su autor. La lacerante contemplación del Adagio fugado inicial, la amable cantilena del Andante , la despreocupación del quinto tiempo, la doliente gravedad del sexto, la desafiante actividad del Allegro; son estados psicológicos y poéticos tan alejados entre sí como coherentes en conjunto.

La versión que escuchamos nos traslada a un pasado, los años de Entreguerras, cuando la música de cámara se hacía de forma distinta a la que nos hemos acostumbrado. Más cálida, más íntima, cargada de un humanismo que la Segunda Guerra Mundial pareció borrar de la interpretación musical; así lo creen los conocedores de su historia. Una de las grandes formaciones de aquella época fue el Cuarteto Busch. Su Beethoven se mueve en una escala de verdad camerística, sin rastro de pretender alcanzar dimensión orquestal, manteniendo un sonido muelle y ligado, calidísimo. Nada que ver con el despiadado furor rítmico que se escucha al Alban Berg o el Emerson. (Escúchese como ejemplo el Allegro final.) Algunos rasgos que llamarán también la atención, típicos de esos años, son la profusión del portamento y la prominencia del primer violín (de Adolf Busch)

Busch Quartet, 1936

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