
Otello
MET, 1938
Otello- Giovanni Martinelli
Desdemona- Elizabeth Rethberg
Iago- Lawrence Tibbett
Dirige Ettore Panizza
Siguiendo los consejos de un gran conocedor de las grabaciones del primer tercio de S XX, que me aseguró que la restauración de la grabación era óptima, he adquirido esta edición de
Naxos. El sonido procede de una retransmisión radiofónica de una función del
MET, en 1938.
Vaya por delante que el trabajo de Ward Marston es excelente, teniendo en cuenta las fuentes con las que contó. Las dinámicas de la grabación son excepcionales.
Martinelli, llamado por muchos el Príncipe de los tenores, desarrolló una carrera amplísima en el MET, más de 25 años, empezando con papeles líricos y heredando al fin los papeles más dramáticos de
Caruso, cuyo repertorio puede decirse que se repartió con
Gigli.
De alguna forma, acometer Otello para Martinelli fue su forma de dar por finalizada su carrera, más que una ambición enciclopédica que llevó a otros tenores posteriores a cantar el imposible papel: pensemos en los
fiascos de
Bergonzi y
di Stefano, o el digno pero imposible intento de
Pavarotti.
Había algo de estridente en la emisión de Martinelli, y después de una larga carrera haciendo los papeles más pesados, su voz ya acusaba cierto desgaste, notándose sonidos fijos y planos. Sin embargo, encontramos aún una voz importante de
spinto, de tonos sombríos en la zona grave y bastante clara en la alta, donde las sonoridades son
fulminantes y dotadas de
squillo. El intérprete, dado a los arrebatos
veristas, sin embargo respeta muchas de las interminables indicaciones de la partitura, acercándose a una expresión
íntima en el gran dúo del
Acto I, con una voz más flexible de lo que
Mario del Monaco nos acostumbró a escuchar: no hay cañonazos en las bellísimas frases "E tu m'amavi per le mie sventure / ed io t'amavo per la tua pieta", lo cual es elogiable. Como casi todos, no se arriesga a terminar el dúo apianando la serie de Lab3, que salen limpios y brillantes. En el debe, con el artista en frío, un “Esultate” forzado, donde nos hurta el si natural3.
Es muy de agradecer que en el
Acto II, donde tantos tienden a mostrar un Otello ya ofuscado desde el principio, reserve las grandes demostraciones para cuando se requieren. Se muestra diplomático, ésa es la palabra, en su conversación con
Iago, poco a poco crispándose (el temible ascenso al si natural de “Amore e gelosia vadan dispersi insieme”, bien resuelto), e impresiona en sus difíciles frases del conjunto con Desdémona. A partir de ahí hay un cambio más notable y aparece el hombre
loco de celos.
Muy bien respetado el comienzo de “Ora por siempre”, ligando el la natural anterior. Es una página temible, que exige un control de la respiración absoluto que Martinelli,
con más de 50 años, supera como pocos, luciéndose en las últimas frases, que culminan con un sib3 sostenido a placer. En el posterior intercambio con Iago, escuchamos a un hombre aterrorizado
cuya única salida para superar su miedo es la violencia. Los “Sangue!” suenan demasiado veristas, pero impactan. La necesaria bravura está presente también en “Sì, pel ciel”,
(1) con los sib3 campaneando en lo alto y el attacco da sotto prescrito por Verdi al la natural (“Dio vendicator!”) Posiblemente, el nivel alcanzado en este dúo, sea
el momento vocal culminante de la presente grabación: sólo
del Monaco y Warren harán algo parecido.
En el
Acto III, de nuevo Martinelli hace gala de inteligencia en el fraseo del dúo, sucediéndose
cortesía, furia e ironía. Lástima la carcajada que suelta tras las protestas de Desdémona. Disculpable, ante tal variedad en la expresión, el truco en el pasaje que culmina en do4. Está contenido en “Dio, mi potevi”, sin ninguno de esos chillidos o sollozos con que salpica Domingo esta página definitiva. Con un fraseo
sobrio pero intenso, resaltando la palabra
“angosce” y manteniéndose en el canto piano (casi nadie respeta el pppp de Verdi). Con algún problema en la gran frase “L’anima acqueta”, donde no apiana, sin embargo la construcción del ascenso al Sib3 es
magistral, y de nuevo sostiene esta nota contra el
fortissimo orquestal para
delirio del público. A estas alturas, el retrato del hombre
destruido y exasperado está casi completo. Hay que hacer notar que en ningún momento Martinelli quiere transmitir la impresión de que Otello sea una
bestia, contrariamente a lo que un
sucedáneo actual como Cura ha declarado. Su interpretación de un mercenario que además es delegado del Dux en Chipre es
creíble, no hay nada altisonante o vulgar. Escuchamos a alguien habituado a tratar con los nobles de la
Serenissima. Esto se ve en su “Messeri! Il Doge mi richiama”, donde poco a poco el Gobernador de Chipre se derrumba, dejándose escuchar el hombre que lo ha perdido todo.
Y es así como aparece Otello en el
Acto IV, tras ese
terrorífico preludio en la cuerda grave. Martinelli se aleja de toda demagogia cuando anuncia a Desdémona su intención de matarla: suena frío como un
verdugo. En “Niun mi tema” canta (sí, canta) con solemnidad, y quizá se eche de menos mayor interiorización, aunque el alejamiento de cualquier gesto vociferante nos permite darnos cuenta de que Otello ha vuelto al estado de ánimo del comienzo de la acción:
un hombre enamorado. Lo cual forma parte de la
grandeza de la ópera. Justo cuando mata a Desdémona, Otello vuelve a amarla con esa intensidad
insoportable que le subyugó en el Acto I. Los sollozos no escritos no son molestos y se pueden aceptar en el contexto de una representación en vivo. Lo importante es que transmite, apoyado en una emisión clara y flexible, lo mismo que cuando cantaba en el primer acto: “Venga la morte! E mi colga nell’estasi di quest’amplesso il momento supremo”
El retrato, ya, está completo.
En cuanto al resto del reparto, destaca
Lawrence Tibbett, una de las más
gloriosas voces de barítono del siglo XX. El Yago de Tibbett no le va a la zaga a Martinelli en cuanto a
intención, rotundidad vocal y musicalidad. Impresiona el poderío de la voz,
timbrada, amplia y homogénea. Pero también la maestría para aligerarla y buscar sonoridades muelles, sin dejar de proyectarla correctamente. En este sentido, pocos se habrán acercado a su
racconto “Era la notte”, donde los
piani, el
fiato y el control de sus medios se ponen al servicio de una expresión insinuante y sutil. Es inolvidable como el barítono muestra las
múltiples caras del maquiaveliano personaje:
correcto y gentil en público, todo un caballero;
servil pero intrigante con Otello, casi siempre con tonos suaves; agresivo cuando entona su
Credo, y también en la escena del juramento, donde iguala la bravura de Martinelli. El fraseo tiene momentos
memorables: “Temete, signor, la gelosia”, “Lo vidi in man de Cassio”, entre otros. Como excepcional es el estilo genuinamente verdiano, hoy ya perdido.
(1) Para ser solidarios con la causa de Naxos, que sólo por 12 miserables eurillos edita este Otello fabuloso, no pongo en la red más que este fragmento. Espero que lo disfrutéis.http://www.megaupload.com/?d=NSLAO3WOCont.-